Hipertensión pulmonar: una enfermedad poco conocida
La hipertensión pulmonar, que consiste en el aumento de la presión sanguínea dentro de la circulación pulmonar, es una enfermedad poco frecuente pero que ocasiona graves repercusiones en el organismo y si bien hasta la fecha no se cuenta con un tratamiento curativo, existen diversas opciones farmacológicas que contribuyen a aliviar los síntomas, mejorar la calidad de vida de los pacientes, frenar la progresión de esta enfermedad y prolongar la expectativa de vida de las personas afectadas.
¿Por qué aparece la hipertensión pulmonar?
Esta enfermedad puede aparecer sin causa aparente o como complicación de diversos trastornos respiratorios, cardiacos, infecciosos, metabólicos o inmunológicos, tales como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la insuficiencia cardiaca, algunas enfermedades congénitas del corazón, la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), las enfermedades por depósito de glucógeno y la sarcoidosis, entre otros.
¿A quiénes afecta la hipertensión pulmonar?
Puede presentarse a cualquier edad, incluso desde los primeros días de vida, y aunque es más frecuente en las mujeres que en los hombres, no se sabe la razón de tal diferencia de género.
Hasta el momento, no existen datos confiables acerca de cuán frecuente es esta enfermedad, pero algunos estudios publicados recientemente indican que se diagnostica cada vez con mayor frecuencia en todo el mundo, pero no se sabe si ello obedece a una expansión de la enfermedad entre la población o a la mayor disponibilidad de métodos diagnósticos, que permiten detectarla cada vez de manera más precisa, incluso desde sus etapas iniciales.
¿Cómo reconocer la hipertensión pulmonar?
Los síntomas de la hipertensión pulmonar generalmente limitan la capacidad del paciente para hacer ejercicio y realizar otras actividades e incluyen:
A medida que aumenta la presión en la circulación pulmonar, especialmente en la arteria pulmonar, comienza a presentarse un daño progresivo del tejido de los pulmones y diversas alteraciones en la estructura y el funcionamiento del corazón (debido a que la hipertensión pulmonar impone una sobrecarga a la actividad cardiaca), con la subsiguiente aparición de dificultad respiratoria, sensación de fatiga, dolor en el pecho, debilidad general y, en ocasiones, desmayos.
En las últimas dos décadas han ocurrido importantes avances en la comprensión de las causas de la hipertensión pulmonar y, en consecuencia, se han desarrollado nuevos medicamentos que permiten controlar la presión de las arterias pulmonares, frenar el deterioro de los pulmones y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Además del tratamiento farmacológico y el control médico a largo plazo, es fundamental que las personas afectadas sigan ciertas recomendaciones cuyo objetivo es mejorar el control de la enfermedad, evitar los episodios de dificultad para respirar y reducir la progresión del daño de los pulmones.
- Falta de aire, con o sin actividad física.
- Tos.
- Fatiga.
- Mareos.
- Dolor o presión en el pecho.
- Latidos cardíacos rápidos.
- Inflamación de los tobillos, las piernas y el abdomen.
Medidas para evitar la hipertensión pulmonar:
- No fumar
- Evitar las actividades que requieren esfuerzo físico significativo
- No levantar objetos pesados y no viajar ni vivir en lugares situados por encima de los 1.000 metros sobre el nivel del mar, porque a mayor altitud es menor la cantidad de oxígeno en el aire.
Léase también
- Dificultad para respirar/disnea
- Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC)
- Tuberculosis
- Bronquitis
- Arritmia Cardiaca
Fuentes Consultadas
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