Taquicardia, fatiga y confusión: los síntomas principales del síndrome de taquicardia ortostática postural

La taquicardia es el aumento de la frecuencia cardiaca (FC), es decir, el incremento de la velocidad de latido del corazón. La FC normal se encuentra entre los 60 y los 100 latidos por minuto (lpm) por lo que la taquicardia aparece cuando la FC sobrepasa el límite de los 100 lpm (ver más: Taquicardia). 

Desencadenantes de taquicardia 

La taquicardia puede surgir por múltiples razones y no todas significan que haya una enfermedad de base. El ejercicio, la ansiedad, el estrés, el tabaco, la cafeína, el alcohol y otras sustancias psicoactivas pueden ocasionar taquicardia. 

La anemia, la deshidratación, el dolor, las patologías del corazón, la fiebre, la hipertensión arterial, el hipertiroidismo, las infecciones, los traumas y algunos medicamentos como las pastillas para adelgazar también pueden producirla. 

La taquicardia se confirma midiendo la FC y el tratamiento consiste en guardar reposo, ingerir líquidos y eliminar o tratar la causa subyacente.

El síndrome de taquicardia ortostática postural (STOP) es una condición en la que las personas sufren una taquicardia importante cuando pasan de estar acostadas o sentadas a estar de pie; afecta cuatro a seis veces más a las mujeres que a los hombres, es más común en los adolescentes y en los adultos jóvenes y se acompaña de otros síntomas. 

Investigaciones sobre el síndrome de taquicardia ortostática

Investigadores estadounidenses llevaron a cabo un estudio con el propósito de evaluar los síntomas que acompañan el STOP, su severidad y si pueden o no congregarse en subgrupos dependiendo de sus características. 

Un total de 138 personas con STOP, entre los 14 y los 29 años de edad, completaron una serie de cuestionarios respecto a sus síntomas. Los investigadores encontraron que, además de taquicardia, los pacientes presentan fatiga, confusión y deterioro de la capacidad para realizar actividades cognitivas y físicas. 

Asimismo, encontraron que estos síntomas varían en gravedad por lo que pueden ser clasificados en leves, moderados o severos. Dicha clasificación puede ayudar a los médicos a entender a sus pacientes y a diseñar esquemas de tratamiento individualizados con base en la gravedad de los síntomas.

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