El trastorno bipolar no es cosa de juego

Las conversaciones en torno a las enfermedades mentales suelen estar plagadas de conceptos errados, verdades a medias, creencias y prejuicios que generan desinformación, discriminación social y banalización del sufrimiento de quienes se ven afectados aumentando la carga de dichas patologías.

Una publicación reciente del periódico El País de España, hace un llamado de atención frente a esta situación en torno a uno de los trastornos mentales que se ubica en el séptimo lugar en la lista de enfermedades discapacitantes: el trastorno bipolar, una condición que “no debe confundirse con las variaciones normales del humor, las reacciones emocionales intensas o la inestabilidad de carácter”.

Y es que, siguiendo con el autor, “la llamada “bipolaridad” es tratada por algunos como una “divertida” alternancia entre lo expansivo, lo genial y lo triste, entre lo amable y lo colérico: “Mi jefa debe ser bipolar” o “es que yo soy un poco bipolar” - seguido de una carcajada cómplice – por mencionar algunas frases clásicas de las conversaciones triviales en la actualidad”.

Pero el trastorno bipolar es otra cosa, es una enfermedad mental grave que consiste en alternancia de fases de depresión (no “estar down”, “sentirse bajoneado” o experimentar sentimientos de frustración o tristeza temporales) con episodios de manía, en los que la persona está muy activa o irritable, con el pensamiento acelerado, ideas de grandeza, impulsividad, conductas de riesgo, gastos excesivos, disminución de las horas de sueño y casi en la mitad de los casos, delirios y alucinaciones.

El trastorno bipolar no es cosa de juego, sino una enfermedad que produce un gran sufrimiento, que compromete la calidad de vida y que tiene un impacto muy fuerte en la familia y los allegados de quienes la sufren, por eso la importancia de tratarla con la seriedad y el respeto que merece, así como dignificar la salud y la vida de las personas afectadas.