Se hace por medio de la historia clínica y el examen físico. En casos que requieran estudios más específicos, la prueba para detectar alergias se realiza en la piel o en la sangre. El examen dependerá del escenario clínico. Si se sospecha una sensibilidad a alérgenos aéreos, se ejecutará un panel que incluye sustancias internas y externas como ácaros, cucarachas, piel/pelo de perros y gatos, árboles, pasto y polen.
En la prueba en piel, el especialista chuza varias veces el antebrazo del paciente aplicándole cantidades mínimas del alérgeno capaces de activar el sistema inmune. La prueba es positiva cuando se genera una respuesta contra el alérgeno aplicado, evidenciada por el enrojecimiento e hinchazón de la piel mayor o igual a 3 mm, luego de 15 a 20 minutos de la inoculación. Este examen puede ser empleado en pacientes de todas las edades, teniendo menor respuesta en los niños más pequeños.
Este examen no se debe realizar en mujeres embarazadas ni en pacientes con condiciones inestables como asma no controlada, disminución de la función pulmonar, infarto agudo del miocardio o accidente cerebrovascular reciente.
Es importante suspender el uso de antihistamínicos orales o nasales de 3 a 7 días antes de la prueba para evitar alteraciones en los resultados; esto también aplica para los medicamentos con efecto antihistamínico como la ranitidina, los antidepresivos tricíclicos, los antieméticos, los beta-bloqueadores y los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina.
El examen en piel tiene la ventaja de poder realizarse en pacientes con dermatitis atópica o en riesgo de respuesta anafiláctica; sin embargo, su costo es muy elevado. Este estudio consiste en extraer sangre del paciente para cruzarla con diferentes alergenos y así poder evaluar la respuesta generada por la sangre del individuo.