El tratamiento de la dislipidemia está enfocado en reducir los niveles de lípidos en la sangre y, por consiguiente, el riesgo de enfermedades más graves y complicadas. El tratamiento puede o no incluir fármacos, pero siempre debe involucrar cambios en el estilo de vida que incluyan no consumir tabaco, alcohol u otras drogas psicoactivas, comer balanceadamente, hacer actividad física y mantener un peso adecuado.
En cuanto a la alimentación, haga énfasis en:
- Consumo de frutas y vegetales (por lo menos cinco porciones al día).
- Consumo de legumbres, nueces, cereales, pan y pescado (por lo menos dos o tres porciones de pescado a la semana).
- Limitar el consumo de bebidas carbonatadas, como gaseosas.
- Reducir el consumo de sal a menos de cinco gramos al día (tips: use poca sal al cocinar, no ponga salero en el comedor y prefiera comidas frescas o congeladas sin sal).
En cuanto a la actividad física, se recomienda realizar durante 30 minutos al día, cuatro a seis veces por semana, ejercicios aeróbicos como caminar, montar en bicicleta, nadar y hacer deporte. La rutina debe incluir estiramiento y fortalecimiento muscular mínimo dos veces por semana.
Cuando las anteriores medidas fallan, el manejo farmacológico se convierte en la línea de tratamiento. Los medicamentos serán seleccionados por el médico de acuerdo a los resultados del perfil lipídico.
Una vez iniciados estos, se realizarán controles con perfil lipídico cada seis semanas hasta lograr las metas deseadas y, posteriormente, cada seis meses a un año de acuerdo al criterio del especialista.